14/12/11

BUSCO AGENTE Y EDITORIAL


Por fin he terminado mi novela. Ha sido un largo camino de tres años y dos meses durante los cuales prácticamente no he pensado en otra cosa más que en lo que le ocurría a mis personajes. No comprendo cómo hay gente que escribe libros y además puede escribir en periódicos, en blogs y hacer cien cosas a la vez. A mí me resulta imposible: si estoy concentrado en una actividad no lo puedo hacer en otras; por eso tenía abandonado el blog, porque no se me ocurría qué escribir.
Ahora llevo unos días estudiando la manera de conseguir publicar la novela, y la verdad, no es muy alentador todo lo que he leído por ahí. Por lo visto es más difícil que encontrar la aguja que todos buscan en el Pajar. De todas formas lo voy a intentar. ¡Ya que he hecho el trabajo de escribir…!
Lo que más me ha sorprendido al buscar información sobre cómo publicar, ha sido la gran cantidad de gente que escribe en España. A las grandes editoriales llegan todos los días cuarenta propuestas de publicación; así, es una tarea casi imposible. Por eso he decidido buscar un agente literario; estos sólo reciben seis propuestas diarias. En cuanto a presentarme a concursos literarios, creo que de momento no lo haré, para qué, la mayoría están amañados.
Ahora empieza una carrera de obstáculos que no sé si tendrá meta. Espero que sea así y que no esté muy lejos. También me gustaría retomar de nuevo el blog. A ver si empiezan a ocurrírseme cosas.
Si alguien tiene interés por conocer cómo funciona el mundo editorial y qué hacer para publicar un libro, que visite los blogs de Elisabet y de Prometeo. También es muy interesante la revista Prosofagia.

4/7/11

FINAL DE NOVELA

Este era el final de mi novela antes de la penúltima revisión. Ahora ha cambiado. Quien habla es el mismo libro que el lector tiene en sus manos.



«...Como oscuros nos quedamos nosotros cuando cierran las tapas de nuestra celda y nos olvidan en una fría estantería. Pero los libros somos pacientes. En la oscuridad, en nuestro recogimiento, soñamos nuestras páginas y nos relacionamos con nuestros vecinos, de ahí la importancia de colocar responsablemente a aquellos que van a permanecer juntos mucho tiempo: ¿se imagina qué puede pasar con un libro de Quevedo y otro de Góngora, tapa contra tapa, en la eternidad de una biblioteca? Mientras, esperamos que algún día el tacto anhelado de unos dedos, de una mano, acaricie nuestro lomo y de un pellizco nos desentierre del polvo y del olvido; que abra nuestras páginas para que de nuevo se haga la luz, resucitemos por un tiempo, y así podamos cumplir la misión para la que fuimos concebidos. No hay mayor placer para un libro que contemplar, abierto como una flor, el sol de unos ojos escrutadores mirándonos desde el cielo y moviéndose en vaivén a través de las letras, de las palabras, de las líneas que componen nuestras páginas. La mirada del lector nos da la vida, su respiración nos oxigena, su concentración mueve nuestro corazón; y su risa, sus lágrimas, sus bostezos, sus picores, sus temblores, su excitación, sus maldiciones, sus halagos, llenan nuestra alma. Nosotros no emitimos juicio alguno cuando, tras la última letra de la última palabra de la última página, nuestro querido lector nos apaga la luz; no medimos la intensidad ni la fuerza con la que nos cierran en ese momento; no criticamos la intención de las palabras emitidas entonces; no valoramos la expresión de la cara, ni siquiera cronometramos el tiempo que tarda en devolvernos al nicho de la estantería. La misión se ha cumplido. La felicidad es máxima. Y esos ojos que durante un tiempo nos han pertenecido, pasarán al repertorio de nuestros sueños y nos acompañarán durante el resto de nuestra vida.
En este momento estamos llegando a ese momento. En cada una de las 453 páginas que me engordan; en cada uno de los 30 capítulos que me dividen; en cada uno de los 4.252 párrafos que me estructuran; en cada una de las 15.226 líneas que me recorren; en cada una de las 188.479 palabras que me dan significado; y en cada uno de los 1.064.398 caracteres que me escriben, está fijado el brillo de sus ojos, el color de su iris, las palpitaciones de su pupila, la intensidad de su mirada. Ahora es mío, es mía. Cuando dentro de un instante cierre mis tapas, quizá para siempre, su recuerdo permanecerá en mí hasta que el fuego libere mi alma o hasta que las polillas y el tiempo desintegren mis páginas. Mientras tanto, una parte suya vivirá conmigo.